Mascotas humanizadas: cuando el sentimentalismo daña a los animales
Una tendencia creciente en las sociedades occidentales está generando consecuencias imprevistas: la humanización extrema de las mascotas. Los datos son contundentes y revelan un fenómeno que trasciende el simple afecto hacia los animales.
Los números de una realidad preocupante
Según el Pew Research Center, el 97% de los propietarios de mascotas en Estados Unidos las considera "familia", mientras que el 51% las percibe como "miembros humanos" en igualdad de condiciones. Entre parejas sin hijos, este porcentaje asciende al 65%.
El New York Times documentó casos extremos: mujeres que abandonan actos escolares de sus hijos para cuidar chimpancés, o propietarios que exigen que los niños eviten tocar a sus perros, sugiriendo que deberían "llevarlos con correa".
Como recordó el Papa Francisco en una anécdota que dio la vuelta al mundo: "Con tantos niños que están pasando hambre, ¿y me traes un perro?", al encontrar un canino en lugar de un bebé para bendecir.
La ciencia contra el sentimentalismo
El filósofo Roger Scruton, en "Animal Rights & Wrongs", fue categórico: "La sentimentalización y la 'kitschificación' de las mascotas es un amor simulado que ellas no pueden rechazar ni criticar". Scruton enfatizaba que los animales no son "niños" temporalmente incapaces de decidir, sino seres que no pueden formar parte de la comunidad moral.
Jessica Pierce, doctora en Bioética, sostiene que "los mimos no mantienen feliz a un perro: lo hace poder ser simplemente perro". La especialista identifica comportamientos dañinos derivados de esta humanización extrema.
Consecuencias físicas documentadas
Un estudio del National Center for Biotechnology Information, con participación de la Universidad Autónoma Metropolitana, la UNAM y la Universidad de Pisa, encontró que ciertas prácticas antropomórficas dañan el bienestar físico y emocional de las mascotas.
La médica veterinaria Karina Lezama, coautora del estudio, explica: "Algunas prácticas pueden producir deshidratación, presión arterial alta, choque térmico e incluso la muerte, dependiendo de la intensidad y frecuencia de la exposición".
El veterinario de comportamiento Giacomo Riggio detalla ejemplos concretos de estas prácticas perjudiciales, que incluyen disfraces inadecuados, alimentación humana y restricción de comportamientos naturales.
El circuito neurológico del instinto mal dirigido
Harvard Gazette reveló que cuando las madres observan fotos de su perro, se activan regiones cerebrales similares a las que se activan al ver a su bebé humano, evidencia del circuito del "instinto de crianza" mal direccionado.
Un estudio de USA Today y OnePoll reveló que el 67% de los jóvenes de 18 a 26 años prefiere tener un perro antes que un hijo, principalmente por la combinación de compañía, menor demanda de tiempo y mayor flexibilidad.
Las consecuencias del abandono
Paradójicamente, las expectativas excesivas llevan al abandono. Solo en 2023, en Estados Unidos ingresaron a refugios 3,3 millones de gatos y 3,2 millones de perros, con más de 850.000 muertes reportadas. En España, la Fundación Affinity registró 286.600 animales abandonados en el mismo período.
El equilibrio necesario
Los expertos coinciden: amar a las mascotas no está mal. El problema surge cuando ese amor se expresa de manera humana en un cuerpo que no lo es.
Como señaló Pierce: "La fórmula es simple: debemos dejar que los perros sean perros". Y según Lezama: "Comprender la anatomía y fisiología de las mascotas ayuda a respetar su verdadera naturaleza".
El desafío para una sociedad que incorpora más animales en la vida cotidiana es encontrar el equilibrio entre el afecto y el respeto por sus necesidades reales, evitando que el sentimentalismo mal dirigido termine perjudicando a quienes pretendemos proteger.